La Paranoia: el quinto jinete de la Apocalipsis
Categorías Escritos, Terapia y análisis0 comentariosPsicoanálisis: Tratamiento de la paranoia
El título que he escogido para el presente escrito es tomado de la propia Dra. Amapola González, quien por las razones que intentaré explicar a continuación, atinadamente describió esta patología como la causante a nivel psíquico de los males de la humanidad.
La paranoia es aquella enfermedad que se distingue por la presencia de delirios: historias que parecen lógicas (y por tanto difíciles de detectar), que tienen una base falsa. Es decir, que el origen de la historia que se cuenta el sujeto parte de una fuente que no es verdadera, por ello, conduce a la propia persona a apartarse de la realidad.
Los delirios son mentiras que hacen que el individuo se sienta atacado o bien, admirado y entonces, al sentirse atacado, deseado, envidiado, engañado, traicionado o estafado, todos esos sentimientos hacen que actúe en defensa propia, es decir, que si las historias que se ha contado han sido falsas, en realidad lo que ha sucedido es que se ha inventado enemigos y se tendrá que defender de ellos, pues su propio sistema de valores le dictará que tiene que actuar en consecuencia, por dignidad, por orgullo, etcétera. Navegará por la vida con el lema “divide y vencerás”, “el fin justifica los medios”, “la mejor defensa es el ataque”. Es decir, se sentirá con derecho de hacer justicia con su propia mano y así, vivirá protegiéndose de sus perseguidores, según él, reales.
Diagnóstico
El diagnóstico diferencial con la depresión resulta difícil, dado que el paranoico es infeliz, pues por sus pensamientos perseguidores se tiene que aislar. Evidentemente no puede confiar en nadie y se pasa la vida aplacando al perseguidor. Ejemplo de ello es aquellas personas que pierden a un ser querido y desarrollan un duelo patológico identificándose con el muerto, dejando de disfrutar de la vida para no causarle envidia al muerto (evidentemente a nivel inconsciente), o bien teniendo que llevarle flores constantemente a la tumba, o teniendo que colocar las cenizas a la vista, es decir, inconscientemente con el fin de vigilar al muerto, para evitar que, “no se vaya a llevar al que le sobrevivió” al muerto.
También es difícil diferenciar con el diagnóstico de neurosis obsesiva, pues ambas patologías se gesten en la estepa anal. Para ello, habrá que distinguir si en el sujeto predomina el sentimiento de culpa persecutoria o bien la depresiva, siendo que la primera corresponde a la paranoia (como pasó sus últimos días Howard Hughes). Si el sujeto presenta una compulsión -digamos que se tiene que lavar las manos cuatro veces por día- bastará preguntar ¿por qué? Si la respuesta es que pudiera haber microrganismos que le pudieran dañar, entonces nos indicará que se trata de paranoia. Justamente he aquí el problema con la paranoia, pues tiene razón; será difícil convencer al mundo externo de que el paranoico está sufriendo de delirio.
Por otro lado, si el enemigo es inventado, entonces eso quiere decir que se habrá convertido en víctima del paranoico. Por ejemplo, si el paranoico asume que lo engañé, entonces es probable que éste actúe en defensa propia, y entonces yo estaré en peligro, pues el paranoico se sentirá con todo el derecho de agredirme, atacarme en defensa propia y, gracias sus habilidades verbales, podrá convencer al mundo externo de que sí fue atacado por mí, pues se encargará de contar una versión creíble narrando semi-verdades, recurriendo a hechos que sí han ocurrido y entonces con ello convertirá su discurso en creíble.
Génesis de la paranoia
La Dra. Amapola González explicaba que cuando el chico aprende a controlar esfínteres, tiene unos padres que le dan el mensaje de ”o te sometes o te mato”, de manera que no le queda de otra al pequeño más que desarrollar un conjunto de mecanismos de defensa y constituir síntomas para enfrentar la situación, ya que ante ese mensaje le vendrá el deseo de matar al agresor (los padres), pero, dada su condición, está imposibilitado de matar a sus padres, y a su vez los necesita, pues es pequeño, y depende de ellos. Para lidiar con el odio provocado por los padres, recurre a la idealización para soportar a los agresivos progenitores. Por ejemplo, dice: “Mi padre quiere hacer de mi un gran hombre como él y por eso es exigente conmigo”.
Reconocer que nuestros padres pueden llegar a ser capaces de matarnos o incluso desear eso, resulta intolerable para la mente consciente; entonces, para poder colocar esa agresión proveniente de los padres, se necesita buscar a un objeto en dónde desplazar y proyectar ese odio y se tendrá que justificar (racionalizar) que el objeto elegido (por el inconsciente) se ha convertido en perseguidor. Así se formará el delirio, una historia con una secuencia lógica que puede resultar convincente (no olvidemos que en la etapa anal se desarrolla en el habla, entonces va a echar mano de todo lo que tenga disponible).
Para resumir…
… y sin olvidar que tiene que permanecer en el inconsciente la información de que los padres eran agresivos, el pequeño, víctima de la agresión de sus padres, buscará un objeto en donde colocar esa agresión, para que le sirva el objeto escogido como perseguidor. Así se consigue mantener inconsciente la agresión de los padres, que en retaliación (“ojo por ojo diente por diente”) habrá desatado en el chico el deseo de venganza y por tanto el odio hacia los padres, el cual estará prohibido por las reglas del inconsciente. Y así se pasará la vida el sujeto buscando perseguidores para contrarrestar la información de que los padres idealizados le transmitieron el mensaje de “o te se sometes o te mato”.
Esa búsqueda inconsciente se irá activando conforme el inconsciente se sienta amenazado con reconocer ese mensaje. El perseguidor que elija, para justificar la descarga de agresión, se convertirá en víctima del paranoico, pues el sujeto se sentirá con derecho de atacar a los perseguidores que según él lo están amenazando. Ejemplo de ello es el siguiente:
Si yo tengo la mala suerte de encontrarme en el cine y volteo a echar una ojeada para conocer el cine, ese paranoico bien podría reclamarme en un tono altisonante: “¿Qué me ves?,” y no habrá poder humano de desmentir que no lo estaba atacando; a veces sucede en el tráfico y hay veces que viene armado el paranoico. Recordemos que para que siga siendo efectivo un síntoma, necesitará mantenerse. Es por ello, que el enfermo será inconvencible de que no es cierto:
Que al celoso lo engaña; al anoréxico, lo deformará la comida; que lo querrán envenenar, matar, dañar, enfermar, o cualquier cosa que se nos pueda ocurrir. Y dado que el paranoico siempre utilizará argumentos convincentes, la víctima estará cercada, indefensa, pues el paranoico desarrolla una personalidad de encuadre que va encerrando a su víctima.
Cuando explico la paranoia en mis clases, siempre recurro al ejemplo de que si estamos frente a un león que está suelto (el perseguidor), es probable que lo estudiemos para saber cómo podemos mantenerlo calmado, tal vez acariciarlo o darle un bistec y, en lo que lo vamos entreteniendo, lo enjaulamos para protegernos. Por tanto, es peligroso para los demás porque sus poderes de seducción son altamente atinados.
Así como se habrá sentido decidido el león del ejemplo, hay mujeres y hombres que son seducidos por parejas paranoicas y, desde su punto de vista, han encontrado a sus mejores amantes. Existe una película de los años ochenta que ejemplifica este hecho, llamada “Atracción fatal”. El problema es que la persona seducida, cuando se percata que ha sido atrapada, ya cuando quiere huir de su verdugo es demasiado tarde, pues el paranoico habrá convencido al mundo eterno de que su víctima está equivocada. Solamente quien ha sido víctima de algún paranoico, sabrá el sufrimiento que es capaz de provocar sobre sus víctimas.
Otras consideraciones se la paranoia
Con el fin redondear la descripción del cuadro clínico, a continuación menciono algunas otras características: dado que el paranoico necesita a nivel inconsciente descargar agresión y someter a los débiles de la misma manera que fue sometido de pequeño, no es de sorprender que elegirá ocupaciones como las de custodio, cuidador de enfermos, donde el trabajador logra aplacar a sus perseguidores reparando sus culpas persecutorias sobre los cuáles descarga coraje y agresión policíaca, pues tiene licencia legal para agredir y someter a los delincuentes.
Existen núcleos homosexuales en los paranoicos…
… ya que un individuo del mismo sexo funcionará para proyectar los rasgos que le son intolerantes al sujeto. De hecho, contrariamente, a lo que propuso Freud, la homosexualidad es una defensa para la paranoia. (Freud creía lo contrario, que la paranoia era una defensa contra la homosexualidad). Sin embargo, la homosexualidad suele mantenerse oculta por parte de los paranoicos, por ejemplo, en el delirio de celos. Él acusa: “Ya sé que te le quedaste viendo al tipo de enfrente, porque él tiene ojos bonitos, y a diferencia de mí, sí que tiene buen cuerpo; seguramente te gustó”. Pensemos en los interrogatorios de los celosos:
“¿Con quién me estás poniendo los cuernos?, ¿dónde lo conociste?, ¿cómo es…?” (Sólo le faltaría decir “preséntamelo”).
Dados los núcleos homosexuales, trabajar en la milicia se vuelve atractivo para algunos paranoicos, ya que el sistema de la milicia se caracteriza por el sometimiento por parte de las jerarquías. Como el paranoico necesita controlar a los otros que lo rodean para evitar posibles ataques, éste se alía con sujetos que tienen rasgos de personalidad débil (personalidades esquizoides), pues así podrá convencer a sus objetos que sólo pueden sobrevivir con él o ella. Ejemplo de ello es lo manifestado en una película de los ochenta, de Woody Allen, “La rosa púrpura del Cairo”.
Es común que se produzca un enganche entre los obsesivos y los paranoicos, pues, mientras el obsesivo tiene hipertrofiados los sentimientos de culpa inconscientes, el paranoico encuentra fácil de manejar al obsesivo haciéndolo sentir culpable. Por ello, es común encontrar relaciones de pareja formadas por obsesivos y paranoicos.
Hay manifestaciones de la personalidad paranoide, que hacen difícil identificarlos.
Algunos se presentan francamente como temibles, como lo hacía Hitler o algunos dictadores; transmiten el mensaje de que se tendrán que someter a él. Otros, en cambio, se hacen pasar como “buenos” como el conocido juego del policía malo y bueno. Uno se presenta como sádico y desalmado y el otro se presenta ante el sujeto como bueno, comprensivo y empático y así se gana la confianza del sujeto atacado.
Quienes se hacen pasar por pacifistas suelen tener rasgos paranoides, pues, en nombre de la paz, provocan pleitos o guerras. Los altruistas también necesitan grandemente aplacar a los perseguidores.
Aspectos positivos de la paranoia
Sin la paranoia, estaríamos indefensos en la vida; es un mecanismo natural de supervivencia.
Es verdad que somos vulnerables ante la vida, son verdaderos los enemigos que pueden desearnos la muerte. Hemos visto que cuando se pervierte este mecanismo de supervivencia, se convierte en un jinete del Apocalipsis, así como los terroristas que creen que están actuando con la razón. Y tal parece que, por más que queramos, nos resulta imposible transmitirles sen dónde reside la razón…
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